
Los Políticos
Por Salvador Muñoz.- Entre las casas inundadas y el olor a humedad; entre el cansancio y la tristeza; entre los lodazales y quienes hacen chiquero de la desgracia ajena, está el lodo que dejó la naturaleza y el que se están arrojando los políticos…
Ambos, lodo y chiquero, hacen mucho daño…
El de los políticos, porque lejos de hermanar, dividen, separan, generan mucho resentimiento… ya de por sí tenemos una sociedad lastimada como para echarle sal y limón a la herida…
El otro lodo es un enemigo silencioso que no distingue partido, colores, estatus… agarra parejo…
Hoy, en Poza Rica, Álamo, Tuxpan y el resto del norte de Veracruz, la emergencia ya no es solo por lo que dejó la inundación, ahora es por la salud.
Casi no se habla de ello porque la amenaza es hasta cierto punto invisible… En este momento se habla de pérdidas materiales y humanas, de ayuda, de víveres, de refugios… pero poco de la salud de quienes vivieron y viven la tragedia, como de quienes asisten y auxilian a éstos… De un modo u otro, los que están como los que van, corren un nuevo riesgo…
El enemigo ya no es el agua, sino lo que deja: bacterias, mosquitos, infecciones, angustia. Y ahí es donde muchos están operando con luz de sol, de planta o linterna, atendiendo a quien llega con fiebre, tos o miedo. No se anuncian en redes ni convocan conferencias, pero están sosteniendo una contención silenciosa que vale más que cualquier discurso.
Sí, todas las brigadas de apoyo, de rescate, de caminos son importantes, pero acá es cuando Salud debe mantenerse al frente, no como un respaldo logístico, sino como el eje de la reconstrucción humana.
Después del desastre físico viene el invisible: las enfermedades, el cansancio, la tristeza. Sí, hablamos de lo físico y lo mental. Y ese frente no se combate con maquinaria, sino con médicos, enfermeras y promotores de salud que conocen el factor humano mejor que los mapas.
No hacen ruido, pero salvan. No posan, pero curan. En un Veracruz donde la política suele ensuciarlo todo, hombres y mujeres de blanco son el recordatorio de que aún hay servicio público que sí honra su nombre.
Médicos y doctoras, enfermeros y enfermeras son quienes van casa por casa revisando heridas infectadas, vacunando niños, entregando suero oral, potabilizando agua y explicando –las veces que sean necesarias– el porqué no hay que confiarse del color transparente de un vaso. En medio del desastre, ellos deben ser el orden dentro del caos.
Sí, mientras las cámaras buscan declaraciones y los políticos reparten culpas, hay médicos, enfermeras, brigadistas y promotores que siguen ahí con el cansancio en la cara y el deber en las manos. Sin reflectores pero con resultados.
Y hoy, en medio del lodo, ése que dejó la naturaleza cruda como el que se reparten los políticos, son ellos, hombres y mujeres de blanco, con bata, quienes hacen una labor de contención, de prevención, de salud…
Ya se desbordaron las aguas… el norte del Estado no puede darse el lujo de que se desborde la salud física y mental de sus habitantes… ya sufren mucho por lo que se ha perdido… y si se pierde la salud es demasiado… esta batalla aún no ha terminado… y hay que ganarla.