Es casi seguro que, en la cotidianidad de los espacios educativos formales e informales hemos escuchado que la tecnología fortalece el aprendizaje o que de forma contraria lo limita. Si bien, algo hay de real en estos supuestos, lo que si hemos aceptado y normalizado sin cortapisas es que la tecnología promueve el desarrollo de los espacios y las personas. A ese imaginario se le suele denominar Sociedad del Conocimiento y hace énfasis en que el conocimiento es el referente para las transformaciones sociales, tecnológicas y económicas. No es nuevo, al final de la edad media y en la transición al renacimiento, el conocimiento se convirtió en un referente de la civilización occidental y fue impulsado por un sin número de comerciantes, reyes príncipes; a los que asociamos a conocidas personas creativas y, por que no, disruptivas con cuyas innovaciones modificaron las dinámicas cotidianas de la vida. Imaginemos el momento de la imprenta que, si bien no sustituyó de forma inmediata a los copistas, permitió la reproducción de la biblia y otros libros hasta la masificación y pluralización de sucesos a través de la prensa. La idea de innovación y el financiamiento posibilitó a Diderot, Rousseau y Voltaire publicar la Enciclopedia y que las ideas de los ilustrados fortalecieran las innovaciones de su época y sustentaran las de la revolución francesa (1789) y de una civilización libre, fraterna e igualitaria.
Dicha aspiración civilizatoria ha sido trascendente, en 1945, posterior a la Segunda Guerra Mundial se conformó la UNESCO con la premisa de contribuir a la paz y seguridad mediante la educación, la ciencia y la cultura. La UNESCO ha socializado un principio que permea la idea del desarrollo en la dirección de conformar una ciudadanía planetaria equitativa, igualitaria y solidaria. La idea de sociedad del conocimiento se mantiene asociada a términos como Sociedad de la información que Fritz Manchlup y Yoneji Masuda aplicaron para para identificar y significar el impacto que la información estaba teniendo en el desarrollo social entre 1970 y 1980. También permaneció el financiamiento privado para que personas creativas continuaran buscando soluciones a problemas de la agricultura, la industria, la minería y entre otras, la pesca.
¿Qué relación tiene lo anterior con el hecho de sí la infotecnología fortalece o precariza los procesos de aprendizaje; además de la investigación? Lo que une a esas realidades es el conocimiento, y si bien la escuela y la universidad generan y socializan conocimientos, una parte sustancial de ellos se desarrollan y certifican fuera de los ambientes educativos y centros de investigación. En el contexto del neoliberalismo o capitalismo liberal germinó el término “economía del conocimiento”, resultado de los mercados financieros y empresas cuya riqueza y valor se sustenta en la información y su transformación en conocimiento (Mayer, 2019). La economía del conocimiento engendra y arropa al capitalismo cognitivo, que también es conocido como tercer capitalismo ya que sucede al capitalismo mercantil del siglo XVII y XVIII y al industrial de los siglos XIX y XX. La economía del conocimiento se basa en tres pilares: a) mercados financieros como motor de acumulación y consumo financiarizado, b) generación y difusión del conocimiento como fuente principal de valorización capitalista y c) descomposición de la fuerza de trabajo como consecuencia de la valorización cognitiva del trabajo (Fumagalli, 2009, 100; Mason, 2019). Al convertirse en nodo de la riqueza, diversas empresas de los ambitos de la tecnología, infotectnología y biotetecnología, hiperespecializaron formas de aprendizaje y de certificación del conocimiento con efectos nocivos en los procesos educativos e interacciones cognitivas de las personas.
Todo ello fue resultado de la continua tranformación de la dinámicas industriales y empresariales. Mayer expone que empresas como Amazon o Silicón Valley entre otras empresas como la automotriz, farmacéutica e informática tienen una visión tradicional de la organización del trabajo. Están organizadas jerárquicamente, marcadas por el orden y con formas eficientes y efectivas de controlar cada una de sus facetas. Recopilan información externa e interna de eficiencia e ineficiencia para impulsar la innovación constante (Mayer y Ramge, 2019, 108). Es relevante señalar que la información que estas empresas recuperan sigue una trayectoria de las dinámicas investigativas para la generación de conocimiento: recuperación, sistematización y análisis. La recuperación de información se realiza a través de las personas al registrar información personal a través de diversas plataformas o redes sociales cuando pagan o acceden a un servicio de forma gratuita. La Inteligencia Artificial (IA) la sistematiza y analiza a través de directrices algorítmicas y como resultados ofertan soluciones a problemas de lo cotidiano o estructurales. A estas interacciones algunos estudiosos de la economía le nombran la “fábrica socializada” pues las ideas, los comportamientos y las interacciones del consumidor generan beneficios (Mason, 2019, 194).
La generación de conocimientos, la certificación de procesos administrativos e innovaciones de la industria y la empresa a partir de la información social no es nueva, como se ya se mencionó. El registro minucioso de información posibilita coordinar la actividad humana y tiene una larga trayectoria que inició con la contabilidad en las dinámicas mercantiles y empresariales. Los Medicci, los Bardi, los Peruzzi aprovecharon el registro pormenorizado de sus actividades para identificar el movimiento de dinero y, en el siglo XVIII, Josiah Wedgwood convirtió a la contabilidad en una herramienta estratégica para de la planificación empresaria (Mayer y Ramge, 2019). En el Siglo XIX cuando el ingeniero Frederick Winslow Taylor, originario de Filadelfia, diseñó la administración científica, consistente en el registro minucioso de las actividades de la fábrica. Los avances de esta forma de administración de los datos llevaron al ingeniero neoyorquino Herman Hollerith a inventar la calculadora de tarjetas perforadas y a crear la empresa IBM (Mayer y Ramge, 2019). En el siglo XXI las herramientas se han perfeccionado con el desarrollo de la infotecnología dando paso a una gran cantidad de dispositivos encargados de ordenar, sistematizar y, en algunos casos, analizar la información que registran o han registrado más 5,075,591,000 (https://www.worldometers.info).
Las formas empresariales e industriales desde el siglo XVIII hacen referencia a la creatividad de obreros para reparar la maquinaria, desarrollar maquinas rudimentarias o modificar las existentes para la eficiencia de la producción y, en algunos casos, en la formación de compañías industriales y comerciales, el conocimiento del socio industrial tenía un valor expresado en un porcentaje de la inversión monetaria (Ordóñez, 2013). La empresa y la industria, desde antes del fordismo (sistema de producción en cadena diseñado por Henry Ford) se convirtió en un espacio de legitimación y posteriormente de certificación de saberes y nuevas profesiones.
Así, las empresas biotecnológica e infotecnológicas responden a la lógica del liberalismo y del capitalismo cognitivo, su forma de organización es jerárquica y se manifiesta en sus objetivos; horizontalizan y maximizan los intereses de quienes forman parte de ellas y de los clientes. Existe, en ellas, una lógica pluridisciplinaria con nodos de innovación, se genera un ambiente transversal y de gobernanza horizontal, responden a las necesidades y a las aspiraciones de una población económicamente asimétrica; se organiza el trabajo colaborativo en dirección del mejoramiento de los procesos productivos y definieron espacios de generación, formación y socialización en los conocimientos necesarios para responder a las expectativas de las personas.
Recuperando el cuestionamiento inicial a qué conocimiento hacemos referencia: al que se socializa en los espacios educativos y los dispositivos o al qué se genera en la industria infotecnológica y biotecnológica. Es claro que la empresa y la industria promueven dinámicas de generación de conocimiento, certificación de saberes, fomentan dinámicas investigativas colaborativas y transversales. Este conocimiento se socializa en el mercado como una disrupción cognitiva: un producto (tecnológico, intelectual, farmacéutico, alimentario); mismo que, posiblemente, será trasladado a las universidades para dar origen a nuevas formaciones o la actualización de los programas educativos existentes. El impacto colateral se denota en el estancamiento intelectual, la inequidad en el acceso al conocimiento, precarización cognitiva de las personas y determinadas empresas y espacios dedicados a la investigación que no están disposición o carecen de capital para actualizarse (Stiglitz & Greenwald, 2016).
Es imprescindible, la alfabetización digital para identificar aquellas informaciones que incentivan la desaceleración, pluralización y fragmentación de los conocimientos y orientan al sujeto en la busqueda de una aspiración financiera en detrimento de las solidaridades y realizaciónes humanas. La resolución de los problemas, incluyendo los educativos, es posible se encuentren más allá de la reproducción de contenidos en función de una idea de desarrollo y de futuro. Resignificar el principio de plenitud humana implica sugerir que las aspiraciones humanas en los próximos años tendrán que aceptar las formas, saberes y conocimientos que ha excluido la singularidad tecnológica (posibilidad de que la tecnología y la IA resuelvan los problemas) para recuperar algo del equilibrio del ecosistema.
En resumen, todo conocimiento tiene un valor y toda información una intencionalidad y un costo; disociar la empresa y la escuela permite reflexionar sobre las posibilidades de recuperar las dinámicas de aprendizaje basadas en la investigación, como una práctica formativa y de distanciamiento de la singularidad tecnológica. Conlleva el interés por formar y organizar espacios de aprendizaje, grupos de trabajo colaborativo, horizontalización de compromisos y de saberes, y actualización de herramientas para la recuperación, sistematización y análisis de la información. Así, el conocimiento, su generación y democratización continuarán como nodo para el desarrollo cognitivo, económico, cultural y político y, que los seres humanos encuentren en ello refentes para el logro de sus aspiraciones a futuro o futuros. Es una ardua tarea de democratización del conocimiento y de saberes para contribuir una educación y formación equitativa.
Hui, Y. (2020). Fragmentar el futuro. Ensayos sobre la tecnodiversidad. Argentina, Caja Negra.
Mason, P (2016). Potscapitalismo. Hacia el nuevo futuro. México: Paidos.
Mayer, V & Ramge, T (2019). La reinvención de la economía. El capitalismo en la era del big data. Madrid, España: Turner.
Mayer, V (2020) Aprender con big data. Madrid, España: Turner.
Stiglitz, J & Greenwald B (2016) La creación de una sociedad del aprendizaje: una nueva aproximación al crecimiento, el desarrollo y el progreso social. Espa- ña: La esfera de los libros.
Woldometers. https://www.worldometers.info/es/; internet live stats.