César Augusto Ordoñez López: Pospolítica, el ascenso del sujeto complacido

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César Augusto Ordoñez López, historiador y articulista.
César Augusto Ordoñez López, historiador y articulista.

Tuve oportunidad de participar en la presentación del libro, “Educación Neoliberal. Perspectivas críticas desde el análisis político del discurso”, que analiza el impacto del liberalismo en la educación. De entre los diferentes estudios y conceptos me atrajo el de pospolítica que recupera Fuentes Navarro (2021). De inmediato me puse en comunicación, con Fabio, para conversar sobre el concepto de pospolítica y de una ponencia que preparaba para un evento académico. Le comenté dos ideas que había recuperado de algunas lecturas; la primera idea sobre “la práctica” y, como la enunciación del liberalismo desde la política educativa, la convirtió en un dispositivo de mecanización de la observación y neutralización del conocimiento (Juárez Nemer, 2020). La segunda idea, afirma que el impacto del liberalismo va más allá de la práctica como herramienta de desplazamiento de lo cognitivo y sugiere que el liberalismo económico se centra en la eficiencia de las prácticas cognitivas resultantes de las empresas (Fuentes Navarro (2021). Por lo que se prefiguran formas de pospolítica y posmaestro, cuya acción se encauza en el fortalecimiento del imaginario de la sociedad del conocimiento y de formas creativas unilineales y limitadamente disruptivas (Fuentes Navarro, 2021).  Es decir, la práctica también implica una forma de anulación del sujeto político; entendiendo como “sujeto político” a la persona que tiene la cualidad de discernir y asumir una postura crítica frente a la toma de decisiones políticas y financieras.

Todo parece apuntar que la anulación del sujeto político es resultado del capitalismo que expone a la persona a un desplazamiento a formas mecánicas de trabajo en detrimento de la autonomía y la creatividad (Juárez Nemer, 2021).  Se trata de un proyecto del siglo XIX que enunciaba la invención de formas automatizadas de trabajo para el desplazamiento de la fuerza mecánica de los seres vivos y que se está concretando en el siglo XXI, en el contexto de una economía del conocimiento. En síntesis, la confusión entre los términos: sociedad del conocimiento y económica del conocimiento, la genera la posibilidad de formar a una persona creativa, crítica, disruptiva y resiliente que sustenta, la primera, como cualidades cognitivas para la plenitud humana y, la segunda, como competencias para fortalecimiento del mercado y de la empresa.

En general, la reflexión, permitió exponer en artículos pasados como: el capitalismo cognitivo ubicó al centro el conocimiento como valoración del trabajo y de las personas; que las dinámicas de generación de conocimiento de las grandes empresas tienen efectos sobre la inequidad de acceso a la información; que la infotecnología da origen a una amplia gama de dispositivos que recuperan información para apoyar las interacciones y actividades de los seres humanos. Finalmente, que existe una pérdida de la centralidad, espacialidad y temporalidad asociada a las personas y sus aspiraciones financieras, culturales y políticas.

No es fortuito, diversos autores en el siglo XX abordaron el tópico de la pérdida de la centralidad del sujeto y de la razón y, el ascenso de lo parcial, de lo particular, de la cultura a las culturas, de la identidad a las identidades. Existe un distanciamiento de esa idea singular de comunidad de espacio, de lengua, de sangre y cosmovisión que sustentan una identidad cultural fija (Bauman; Baumann, Sen, Huntington, Fukuyama, Villoro). Pero queda vigente la idea del sujeto como ente transformador. En México, Villoro anunciaba la idea de la destotalización de la razón y descentralización de la idea del sujeto y enunciaba la parcialidad racional. El mismo Villoro (1994) vislumbraba que la historia podría incidir en la recuperación y socialización de las identidades específicas no homogeneas. Por entonces, las historias regionales estaban en boga, pero encauzadas en la recuperación de sujetos y grupos potencialmente trascendentes y en la identidad regional.

Aparentemente con todo ello, se definía una posición periférica del sujeto en la toma de decisiones políticas o financieras y su incidencia desde un lugar común en la enunciación de sus intereses como persona pública y privada. Se trazaba un camino para establecer puntos de encuentro desde un discurso que invitaba al reconocimiento de las igualdades y la inclusión de las diferencias como principios que han permitido el desarrollo humano. Al menos, de eso versan algunos discursos históricos del siglo XXI que reducen la presencia de los sujetos trascendentes y exaltan a la humanidad y al conocimiento como detonadores del desarrollo y el bienestar humano; antes de todos como individuos, la humanidad: creativa, resiliente, intelegente, solidaria y cognitiva.

Asomó la nariz, el emparejamiento social y la atomización de la cultura, no es un ejercicio reciente; en el siglo XXI se experimentó de forma exponencial a través de la aparición, en principio, de aplicaciones de la comunicación entre conocidos (Messenger, metroflog, ICq) que innovaron hacia la promoción de la interacción entre afinidades, sentimentales y, posteriomente, aspiracionales, personales, grupales y planetarias (facebock, Twitter, Instagran).  Encontrar al otro con intereses semejantes se volvió más facil con las redes sociales, discurrir sobre derechos, equidad, igualdad y justicia y convocar para la defensa de estos, se encauzó desde la afinidad de una comunidad virtual.   Cómo contener y anular al sujeto político, entendiéndolo como aquel que tiene la cualidad de discernir, en medio de las individualidades discursivamente intrascendentes.

La cinematografía del siglo XX revela las formas de anulación resultantes de los modelos de producción capitalista. En la escena inicial de la película “la ilusión viaja en tranvía”, del surrealista Luis Buñuel, la frase lapidaria del jefe: “Ninguno de ustedes olvide que el exceso suele ser perjudicial en todo ¡Hasta en la eficiencia!”, trunca las aspiraciones de unos trabajadores que despues de haber arreglado un tranvia aceptan que “el que nace pa’ maceta del corredor no pasa”. Luis Buñuel exponía “la presunción” que justifica el olvido consciente de aquellos que no trascienden por realizar cambios no convencionales en el contexto de organizaciones verticales.

Escena de la “La ilusión viaja en tranvía” (1954) director Luis Buñuel.

La idea de sujeto recuperó sentido desde la figura de la comunidad, distanciándose de la del individuo políticamente transcendente.  El texto de Gianni Vattimo, “No ser Dios, autobiografía a cuatro manos” (2008) revela lo que se convertiría en uno de los principios en la representación del pasado: el rechazo a la idea de morir sin dejar huella. La vida cotidiana y las acciones laborales y políticas de las personas aquirieron un papel relevante para denotar los cambios sociales. Esa representatividad de determinados sectores daría paso al estudio de los grupos subalternos en dirección de Ranajit Guha que visibilizó el papel de la población en el desarrollo de acciones horizontales para un cambio político y económico.

A finales del siglo XX, al discurso de la globalización económica dio continuidad el de la interación cultural y la pertenencia a una misma historia común; bajo la idea de que la identidad es una construcción social flexible. Esa aspiración fue “posible” en el siglo XXI, con el ascenso de la infotecnología, el seguimiento continuo y automatizado de las personas, la dispersión de las posibilidades de solución a los problemas y la atomización de las aspiraciones.  Yuk Hui (2020), expuso en una de sus recientes publicaciones: el “emparejamiento social” como una de las consecuencias palpables de la infotecnología y la biotecnología; la interación persona a persona, persona a empresa, persona a mercado que aceptaba sin mayor la idea de una “singularidad tecnologica” en el sentido que la tecnologia y la infotecnologia puede resolver los problemas de la humanidad y los personales.

En ese sentido, en el siglo XXI, con la progresión de los teléfonos moviles y su categorización a inteligentes y “abaratamiento”; más personas tuvieron facilidades de acceder a un dispositivo. En la actualidad hay 5 370 millones de usuarios de internet y, en lo que va del año, se han vendido más de 1 360 millones de teléfonos. En México en el 2020, 84.1 millones de personas tenían acceso a internet y el 96% de ellas accedía a través de un dispositivo móvil. La consideración de la inequidad no se reduce en el acceso a la tecnología; incrementa con las dinámicas del manejo de la información, las políticas de acceso a la información y el impacto en lo cognitivo de la réplica y reproducción.

Esas enunciaciones y condiciones dieron origen a una idelogía que prefiguró, por un lado, un tipo de persona propia de la economía del conocimiento: “interconectada, resieliente, creativa, disruptiva, recursiva y transversal, libre”; y por otro, deslocalizó los problemas, las soluciones y las aspiraciones humanas: ecológicas, financieras, políticas y sociales. Ulrich Beck, en el 2011 en el capítulo titulado: “Convivir con el riesgo global” utilizó el concepto de deslocalización para hacer referencia a que ningún problema es local y puede ser tratado de manera individual; idea que ha articulado las aspiraciones democráticas y sociales de las personas.

Esa ingenieria social conduce al sujeto al emparejamiento en una dirección de intervención empática moral  entre individuos, con el mercado y en la resolución de los problemas globales. La hiperconecxión refuerza un comportamiento de demandas de mercado, algunas de las cuales son atendidas de formas específicas y a la medida de una población interesada por exponer la y su singularidad como un referente de plenitud. Los diferentes se encuentran, denuncia, marginan, integran, señalan, aspiran, identifican e imaginan las posibilidades de la promesa de la democracia: igualdad, libertad y fraternidad; se refugian en la posibilidad financiera del esfuerzo personal. De ello emerge un sujeto complacido, hiperconectado que ha perdido su posición espacial y temporal; que tiene la posiblidad de recibir orientación virtual en tiempo real para organizarse, evadir las reglas, seguirlas o tomar decisiones en la vida real. La automatización lo desplaza, precariza, pero moviliza y lo hace visible en la medida que externa su “libre subjetividad” (Sadin, 2022).

Ese sujeto complacido queda limitado en su imaginación,  en su capacidad crítica y de elección. En ese sentido y recuperando la postura de Fuentes Navarro, el sujeto se autoanula cuando réplica y mira hacia la singularidad impuesta por la política educativa. Las tecnologías lo hacen ser eficiente en un mercado de la educación enfocado en la dependencia para la economía con la premisa de mejorar las condiciones de vida. Bajo un modelo empresarial se sustentan las dinámicas educativas y las formaciones universitarias cuyas visiones piensan en las capacidades, calidad y competencias investigativas limitadas, algunas veces, a una experiencia desactualizada y, a una estructura administrativa que incentiva financieramente, si se logran los indicadores.

La calificación y cualificación no escapa a la idea de competitividad, se evalua y avala por la capacidad en el manejo y réplica de la información y del conocimiento o por una postura políticamente correcta. El cumplimiento de los indicadores fortalece las proyecciones insitucionales o los intereses y objetivos de grupo; en algunos casos, a costa de la omision, la complacencia y discrecionalidad de aplicación de las normas que regulan las relaciones educativas y laborales. De forma contraria, la codificación del conocimiento, fuera de los canones establecidos, resultado de una apropiación cognitiva y los comportamientos a contracorriente se señalan o excluyen bajo formas convencionales.

Más allá del problema del acceso a la información, el uso de herramientas informáticas en la universidad y en las humanidades lo observo en dirección a la idea de que la singularidad tecnológica posibilitará la solución a los problemas sociales. Las formaciones humanistas apelan a la creación de pensamiento o “conciencia crítica” que “contribuya al desarrollo social” en una lógica racional positivista. Considero que la significación de ello debe engancharse a las formas actuales de generar el conocimiento o conocimientos, de la percepción y vivencia de los tiempos y espacios para conocer medianamente los problemas sociales de las personas del siglo XXI.

El horizonte se ha plagado de relatos políticos, financieros, educativos, sociales o culturales singulares. En las formaciones superiores se percibe en la hiperespecialización que no implica liberarse de la empleabilidad; conforme se avanza, en las formaciones, las posibilidades de acceder a posgrados son menores. El acceso al mercado de trabajo o emplearse desde las humanidades conlleva la formación de un profesional reconocido por ser crítico, propositivo y creativo que preste atención a las posiblidades de conocimineto para la vida y la vida depende de la naturaleza, de la posiblidad de entender y comprender los comportamientos y emociones. En la historia habrá que distanciarse del “régimen de verdad” que apela a la formación en una sola dirección y compresión de una historia distanciada de las posiblidades de relaciones que brindan otros conocimientos.

Referencias

Beck, U. (2011). “Convivir con el riesgo global”. España: Paidos.

Fuentes Navarro, F. (2021). Posológica y posmaestro. Configuraciones discursivas de la matriz neoliberal. En Perspectivas críticas desde el análisis político de discurso, México: Balam Edit. – Programa de Análisis Político del Discurso e Investigación.

Hui, Y. (2020). Fragmentar el futuro. Argentina: Caja Negra.

Juárez Nemer, O. (2021). La práctica como dispositivo parala tecnificación de la observación y la neutralización del conocimiento en el régimen neoliberal. En Perspectivas críticas desde el análisis político de discurso, México: Balam Edit. – Programa de Análisis Político del Discurso e Investigación.

Sadin, E. (2022). La era del individuo tirano. El fin de un mundo común. Argentina: Caja Negra.

Vattimo, G. (2008). No ser Dios: una autobiografía cuatro manos. España: Paidos.

Villoro, L. (1994). Filosofía para un fin de época. México: Nexos.

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