+ La dantesca «democracia» de Movimiento Ciudadano.
+ Catorrazos entre Sheinbaunistas y Ebradoristas
+ PAN admite que sólo gana una gubernatura en 2022.
Noticia de terror: subió el «Nedflics»
–Chopenjawer
En tiempos del todopoderoso PRI, en el siglo pasado reciente, el presidente de partido era algo así como el jefe político del gobernante en turno, sólo rebasado a nivel república por el presidente, en el estado por el gobernador y a nivel regional por el líder local.
Conozco gente que la camiseta de dicho partido la tiene bien puesta; reconocen que durante años su familia ha sido priísta y que gracias al tricolor han tenido trabajos, empleos, casa, etc. No son pocos los agradecidos, todavía, con el otrora partido todopoderoso.
La debacle del tricolor comenzó en 2000, cuando tuvo su primera gran derrota y salida de Los Pinos (entonces la residencia oficial presidencial) y entró en una fase de crisis leve, logrando mantenerse porque varios gobernadores del país eran priístas y existía una estructura fuerte que no fue desmantelada en los 12 años del panismo.
Un ejemplo de lo anterior fueron los sindicatos, que se mantuvieron como los grandes patrocinadores y aportadores de votos del tricolor. Líderes como Carlos Romero Deschamps y Elba Esther Gordillo Morales (petrolero y magisterial) siguieron teniendo mucho poder, dinero y control.
Y es que hay priístas distinguidos que han comentado algo muy cierto sobre la realidad del PRI: es un partido que no sabe vivir sin dinero del Estado o de los sindicatos.
En el caso de los gobernadores, durante el panismo éstos se convirtieron en una especie de virreyes que no rendían cuentas a ningún jefe político (en este caso, el presidente) y mucho menos a la dirigencia nacional del partido, que fue cambiando constantemente y comenzó a tener diferencias internas más notables por la lucha interna entre los grupos de poder. En este sentido, el PRI se debilitaba mucho como institución: fue pasando a sólo unas siglas tricolores usadas a conveniencia del grupo político fuerte en turno, como ocurrió con Roberto Madrazo, a quien los mismos priístas criticaron de sólo usar el partido para sus intereses personales.
Un fuerte golpe también para el priísmo fue que el entonces partido de izquierda llamado PRD, ganó las primeras elecciones de la jefatura de Gobierno del Distrito Federal (hoy CDMX) que a la postre se convertiría en uno de los bastiones perredistas, partido que también se fue desvaneciendo en los últimos años.
La llegada de Enrique Peña Nieto a la Presidencia de la República dio quizás un respiro al PRI, pero ya para entonces tenían menos gubernaturas y varios estados con problemas de seguridad como el caso de Veracruz, pues mientras desde el gobierno federal (sexenio de Calderón) se «combatía» al narco, en realidad era una lucha por la plaza «disfrazada» para que las instituciones de gobierno dejaran entrar a otro Cártel a controlar el paso de la droga. A eso súmense los escándalos financieros.
Existe una foto muy emblemática de lo anterior: es Peña Nieto con varios gobernadores emanados del «nuevo» PRI, donde aparecen gobernadores presos o bajo investigación como Javier Duarte, de Veracruz; César Duarte, de Chihuahua; Roberto Borges, de Quintana Roo; Roberto Sandoval, de Nayarit; Rodrigo Medina, de Nuevo León, entre otros.
El PRI tuvo durante el periodo de Peña Nieto a varios presidentes nacionales, lo que evidenciaba que el partido estaba padeciendo por los conflictos internos o no terminaba de recomponerse.
Pedro Joaquín Coldwell duró unos pocos días antes de la toma de posesión de Peña Nieto y se incorporaría al gabinete; le siguió María Cristina Díaz Salazar, que estuvo unos pocos días.
Uno que duró un buen rato fue César Camacho, quien se fue de diputado federal; llegaría Manlio Fabio Beltrones, pero no era del grupo del presidente; le seguiría por corto periodo Carolina Monroy; otro que estuvo buen rato fue Enrique Ochoa Reza.
De Ochoa Reza valdría la pena subrayar que fue un movimiento extraño para muchos, porque era un personaje desconocido, de poco carisma y su única cualidad es que era una persona cercana al presidente. Muchos analistas, periodistas e incluso militantes decían que sencillamente no tenía madera o apariencia de líder nacional.
Le seguiría uno que sí tenía madera de presidente del PRI, con enjundia y toda la cosa: René Juárez Cisneros (fallecido recientemente a causa del Covid), pero ya el partido estaba literalmente en la lona, con poca fuerza y un Morena avasallador; le tocó a Juárez Cisneros lidiar con la campaña fallida del candidato presidencial José Antonio Meade, considerado de las mejores piezas del gobierno, pero cargando con todos los errores y señalamientos de los gobiernos priístas.
Claudia Ruiz Massieu Salinas sería otra dirigente que también estuvo incrustada en el Comité Nacional del PRI, como marcando la línea Salinista que en nada le ayudaba al partido. Actualmente el líder nacional es Alejandro Moreno, conocido por el mote de «Alito», exgobernador de Campeche que había llegado con una línea crítica muy fuerte al presidente Andrés Manuel López Obrador, pero que le fue bajando intensidad.
«Alito» ha tenido que sortear con un PRI muy debilitado: aunque avanzó en diputaciones federales, no ganó ninguna de las 15 gubernaturas que estuvieron en juego y se augura que no gobernará ninguna entidad en 2023. En Veracruz, el partido ha dado muestras de querer reiniciarse con una nueva generación, pero todavía existen actores y actrices políticos ligados al desastroso pasado reciente que insiste en colarse al poder por recomendaciones y cercanía de los –todavía– «pesados» dentro del priísmo nacional, sin tener peso ni liderazgo real.
Este domingo, el PRI volvió a sonar porque ya de plano dio un «manotazo» en el caso del exgobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz Coppel, quien ha sido propuesto por el presidente López Obrador para convertirse en embajador de España. En este caso, el tricolor puso el grito en el cielo y negó la licencia temporal de militancia a Ordaz Coppel para integrarse al gobierno federal de Morena, con la advertencia de que también podría ser expulsado del partido. De paso, este lunes la diputada priista Paloma Sánchez (la única de Sinaloa) acusó al mandatario estatal de traicionar al PRI y al priismo sinaloense.
Lo curioso del caso es que realmente no existe la figura de licencia de militancia: es una decisión personal de Quirino Ordaz y ya: no tendría porque haber pedido «licencia».
El mismo presidente nacional del PRI, Alejandro Moreno, expresaba sobre este caso: «Quieren dividir la alianza, está buscando ir por todos los nuestros, es una traición al partido, obviamente hubo malos resultados y no hizo nada».
Una editorial del diario El Universal, publicada este lunes, indica que la prohibición a Quirino Ordaz es un «calambre» también para otros gobernadores salientes a los que podrían ofrecerles cargos en el gobierno lopezobradorista, entre ellos: la exgobernadora de Sonora, Claudia Pavlovich; el exgobernador de Guerrero, Héctor Astudillo, y los todavía gobernadores en funciones Omar Fayad, de Hidalgo, y Alejandro Murat, de Oaxaca, quienes terminan sus mandatos el próximo año.
Este lunes, el PRI-Veracruz tuvo una mesa temática denominada «Estrategia Política» y destaca una propuesta retórica realizada por Marlon Ramírez Marín, el presidente estatal, quien pidió analizar «si la vocación de las siglas del PRI, deben cambiar de Revolucionario Institucional, a Reconstrucción Institucional, porque hoy la transformación que requiere este país implica que reconstruyamos lo que están destruyendo».
Aunque fue solamente parte de un discurso, la verdad es que el PRI sí debería pensar en la reconstrucción (incluso en el cambio de nombre), especialmente desde adentro, y si no es contraproducente el que se antepongan intereses de partido ante una invitación del gobierno mexicano para que uno de sus integrantes –un destacado priísta– sea quien encabece la Embajada de España.
Lo anterior tampoco es nuevo: un ejemplo fue cuando Ernesto Zedillo invitó a la Procuraduría General de la República (PGR) al abogado panista Antonio Lozano Gracia y no se hizo escándalo alguno. Un caso reciente fue el de José Antonio Meade, quien no sólo fue funcionario estrella en el gobierno de Felipe Calderón, sino también en el de Enrique Peña Nieto… y nadie se escandalizó.
La verdad es que los partidos no deberían ser los que decidan sobre la vida pública nacional. Esto recuerda a cuando el PRI, PAN y PRD se enfrascaron en una discusión en la Cámara de Diputados para determinar si se daba a conocer o no a los beneficiados del escandaloso Fobraproa (que finalmente apostaron por el «sí») ya que ellos eran los que tenían las llaves y códigos del sistema.
Es muy probable que algunos gobernadores de plano no hagan caso al partido y acepten invitaciones del gobierno federal. Hay quienes de plano ya trabajan en abierto –como Oaxaca– con el presidente López Obrador.
Y es que al final de cuentas están en sus palacios de Gobierno representando a un estado, a ciudadanos, no a siglas partidistas, ni a los intereses de estos. Finalmente es una decisión personal y realizarían una gran apuesta en sus carreras políticas.
NOTA PARA EL REFRI: Según el portal PolíticoMX, resulta que en el partido Movimiento Ciudadano van a tener cambios y en breve su presidente Clemente Castañeda dejaría la dirigencia nacional para regresar al Senado… ¿Y adivine quién llega? Pues ni más ni menos que Dante Delgado Rannauro, el alvaradeño-cordobés ex gobernador de Veracruz… O sea, según el trascendido, Dante se estaría autodesignando como dirigente del partido del cual es dueño y propietario… No, pos tu chida tu democracia.
OTRA NOTA: Ayer de plano el escritor Paco Ignacio Taibo se le fue a la yugular al dirigente nacional de Morena, Mario Delgado (del equipo del canciller y aspirante a la Presidencia, Marcelo Ebrard) y le dijo que si no entendía al partido, pues que renunciara… Lo anterior es una muestra de lo que viene para 2024: los catorrazos que se van a dar los simpatizantes de Ebrard y Sheinbaum, que también tiene el apoyo de gobernadores… No por nada, las visitas de allegados al grupo de Ebrard a Veracruz.
LA ÚLTIMA PORQUE ANDAMOS VIENDO «HOMELAND»: El que de plano ya da un discurso derrotista viendo cómo está la situación al interior del PAN, es el dirigente nacional de Acción Nacional, Marko Cortés… Este lunes de plano dio un mensaje —según el diario Reforma— donde augura que sólo se va a ganar una gubernatura en 2022: «De verdad se los digo. No basta un triunfo interno. Se los digo en casa: la única Gubernatura que tenemos posibilidades reales de ganar, reales, auténticas, y bien ganadas, es esta, no hay más. Está muy complicado Durango, Tamaulipas, Quintana Roo, Hidalgo… y Oaxaca qué les cuento. La única que tenemos posibilidades, muy buenas y contundentes de ganar, es Aguascalientes, y ahí tenemos la responsabilidad de hacerlo bien»… O sea, ni con los mensajes de Anaya desde el gabacho parece que levantan los panistas.