Un 11 de abril de 2017 conocí a Johana, había regresado temporalmente de su exilio en el extranjero para jugarse la última carta en el intento de rescatar su casa y salvarse de un desalojo: pedir ayuda al Barzón.
Ayer 27 de febrero de 2020, se cerró un capítulo en su vida que no cualquiera hubiera afrontado con el mismo valor y resistencia con que ella lo hizo.
Todo comenzó en el año 2002 cuando firmó un crédito hipotecario para adquisición de vivienda con el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit).
Ella siempre ha sido una emprendedora y en equipo con su esposo atendían su negocio familiar, con mucho esfuerzo fueron colocándose en el mercado y creciendo en ventas e ingresos allá en el puerto de Veracruz.
Desafortunadamente hace doce años en Veracruz iniciaba la época de las masacres, extorsiones, secuestros, impunidad y los índices de delincuencia no dejaban de crecer provocando el terror de la ciudadanía, siendo los empresarios y comerciantes las primeras víctimas de este tipo de delitos. Johana y su esposo no fueron la excepción.
Fue ese ambiente de persecución, no idóneo para un joven matrimonio con hijos pequeños, el que los hizo tomar la radical decisión de irse del país dejando el corazón en su lugar de origen; de un día para otro bajaron la cortina y en su vivienda solo quedaron muebles y pertenencias personales acompañados de su recuerdo, historia, familia y el sueño de volver.
De más está decir que la insolvencia sobrevino y algunos pagos de su casa los podían hacer y otros no, provocándose la moratoria forzosa. Para el año 2016 uno de sus vecinos recibió un aviso de desalojo que les comunicó enseguida.
Entonces Joahana regresó para acudir a las oficinas del Infonavit y contar su historia y pagar el adeudo, pero solo recibió la confirmación de que nada había por hacer y que en breve sería consumado el desalojo, porque su caso fue de los clasificados bajo la estrategia de créditos masivos en los que se ha puesto más atención a partir del cambio de Dirección del Instituto.
A mucha insistencia consiguió que le aceptaran un pago de regularización, sin embargo esto no resolvió el problema pues los meses pasaban y no había información suficiente que clarificara su situación: su crédito seguía bloqueado.
Así fue que se acercó al Barzón en la incertidumbre de no saber el destino del dinero depositado, después de muchos esfuerzos, gestiones y diálogo con el Instituto se logró la reactivación del crédito, y ayer ¡firmamos el anhelado convenio de reestructura! que a ella le ha devuelto un poco de lo mucho que le fue quitado por la inseguridad.
Actualmente el 70% de las personas que luchan en nuestras filas son mujeres, todas en exigencia de justicia y respeto de sus derechos humanos.
¡Vivienda y bienestar para todas!
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