Meseros, neveros, boleros, taqueros, zapateros, peluqueros, taxistas, albañiles, cocineros, tapiceros, comerciantes, artesanos, panaderos, tenderos, profesionistas independientes, miles de trabajadores viven momentos de angustia porque la actividad que les da de comer está paralizada.
Las medidas sanitarias no son consecuentes ni están a la altura de las repercusiones económicas de la pandemia. Vivimos un disparejo aislamiento social porque el gobierno simplemente nos ha olvidado.
Los emprendedores, los auto empleados en negocios propios, los que cubrimos jornadas de 18 horas diarias, los que no somos ricos y tampoco pobres “del padrón”, nosotros los de enmedio; no estamos dentro de sus proyectos prioritarios. Se olvidan que nosotros los que pagamos impuestos somos los patrocinadores del verdadero bienestar del país.
¿Qué opciones nos dejan para cumplir sin ingreso alguno, con todos los compromisos y pagos mensuales que ya se comenzaron a vencer? La luz, el agua, la renta, el gas, las cuotas patronales, los salarios, y aparte la despensa familiar…
Los precios de los alimentos han subido, de qué vamos a vivir de aquí a mayo o lo que dure la pandemia y sus efectos, ¿más créditos?, más deudas con intereses criminales; y en qué tiempo podremos pagar. ¡Si de por sí, ya veníamos endeudados!
Vivimos una crisis sin precedentes porque a diferencia de las otras, pagar nuestras deudas ya no depende de nosotros dada la restricción laboral.
Los actores políticos en cuya manos están las riendas de la Nación parecen estar desconectados de la realidad, sus propuestas de apoyos no son suficientes, ni inmediatas, no están dispuestos a escuchar el llamado de ayuda del pueblo, porque por esta ocasión pagar no está en nuestras manos, no por ahora.
Necesitamos apoyos efectivos, la negativa del Sistema de Administración Tributaria (SAT), a prorrogar el pago de impuestos parece el tiro de gracia a las empresas pequeñas y medianas y demás contribuyentes en desolación por la caída de ventas; se requieren medidas fiscales que vayan directo a los hogares como la reducción del Impuesto al Valor Agregado (IVA).
Necesitamos ya, ¡urge! un pacto sobre el pago de servicios públicos, que se suspendan los “cortes” por el tiempo que dure la pandemia y sus efectos económicos.
Pedimos también que se garantice el derecho a la vivienda, que se suspendan los desalojos en todo el país.
Y si esta vez no somos escuchados, ni socorridos, tendremos que valorar desde el abandono y el aislamiento involuntario en el que nos encontramos la eficacia de las instituciones, las políticas y a los políticos, para ver si podemos seguir pagando sus sueldos con sudor y trabajo, con dolor y sufrimiento.
Porque no es justo que seamos los mismos, los de siempre, los que tengamos que pagar con hambre los errores de quienes nos prometieron bienestar y ahora en medio de una crisis mundial de salud que amenaza nuestra vida nos abandonan a nuestra suerte.
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