La sociedad del conocimiento ha alentado el imaginario de una sociedad interconectada, de intercambio, cooperación y solidaridad con la aspiración de alcanzar la plenitud humana. Sin embargo, la economía del conocimiento ha profundizado las crisis que provocan desequilibrios estructurales. Es importante distinguir estos términos sociedad y economía del conocimiento, pues a ellos se agregan otros como sociedad de la información, sociedad interconectada, mundo digital, sociedad postindustrial, sociedad informacional, economía digital o potshumanismo y, si bien, están relacionados, cada uno de ellos explica innovaciones cognitivas de diversas áreas del conocimiento y del mercado.
La sociedad del conocimiento, como se menciona al principio, es uno de los imaginarios planetarios que evoca las transformaciones sociales, tecnológicas y económicas del Siglo XXI. En cambio, la economía del conocimiento se finca en los mercados financieros basados en datos e información como nodo para generar valor y riqueza por medio de su transformación en conocimiento (Mayer, 2019). La información, su recuperación, sistematización y análisis dan paso al desarrollo de conocimiento para responder a problemas de carácter estructural o superficial, de ahí el termino de data mining. Diversos problemas y preocupaciones fundamentales han sido atendidos por los sectores privados de la biotecnología (ingeniería genética) y la infotecnología.
Con el confinamiento, debido a la existencia del internet, posiblemente, se consideró tener la ventaja de pertenecer a la sociedad del conocimiento y, de cierta forma si, a la del discurso del desarrollo humano a través del conocimiento que promueve la equidad, etc. En las semanas siguientes quedo claro que ello no implicaba una pertenencia a la economía del conocimiento; salvo a aquella que motiva una insostenible producción económica que contribuye al calentamiento global, el deterioro del medio ambiente y el recrudecimiento de las crisis naturales, alimentarias, de salud y de migración.
El confinamiento mostró los naufragios provocados por dicha confusión y, menciono mostró, porque se creyó que el acceso al internet brindaba ciertas ventajas a la educación. Sin embargo, nos enfrentamos al desfase tecnológico de la sociedad frente a la economía del conocimiento que marca la brecha de la desigualdad económica y educativa. Dejo en evidencia lo que hace algunos años venimos mencionando y que se ha convertido en un lugar común del cual partir: la educación necesita de un cambio profundo que responda a una de dichas directrices: economía o sociedad del conocimiento. La idea es clara promovemos un modelo educativo que incentive el equilibrio entre los seres vivos o formamos sujetos aptos para el mercado. Algo que es evidente en muchos países es que la economía del conocimiento provocó un desajuste en el desarrollo de la formación educativa, profesional y la investigación y generó nuevos espacios para su realización fuera del ámbito de los espacios escolares.
Los complejos cognitivos dedicados al desarrollo de soluciones están imponiendo dinámicas de investigación que han superado a los espacios formativos en la investigación ligada al desarrollo tecnológico y de las ciencias naturales. Promueven espacios de formación y certifican los contenidos pues, los conocimientos que se generan y aplican no se desarrollan en la educación superior o se encuentran en una fase inicial como es el caso de la computación cuántica (Fernández, 2020) o los problemas sociales migratorios y, entre otros, los civiles concentrados en entidades no gubernamentales (Herreros, 2010). El aceleracionismo tecnológico desequilibró la interacción de la educación, de las ciencias sociales con la empresa, el mercado y la sociedad.
El desfase tecnológico marca la brecha de la desigualdad económica y educativa. Representa tres tiempos sobrepuestos: tiempo vivo, tiempo directo y tiempo real en los que el futuro es aspiracional e idealizado. Externar las inconformidades sobre la educación distante, que no a distancia, y focalizarla sobre el acceso a medios digitales es reducir el problema a la factibilidad de las tecnologías como medios de aprendizaje. Los mecanismos en realidad los imponen o los deberían imponer los tiempos pedagógicos (Ramírez Cruz, 2019); pues no es lo mismo el tiempo espacio escolar en el que los procesos cognitivos se producen en interacción a, los tiempos directo y real. Estos son resultado del perfeccionamiento de la infotecnología y explican los comportamientos inconscientes del uso de la tecnología.
El tiempo directo surgió con la televisión y hace referencia a la trasmisión en vivo de determinados acontecimientos. El tiempo real resignifica la presencia del sujeto que da órdenes a una computadora percibiendo los resultados de forma casi inmediata en que los procesos están teniendo lugar (Sadin, 2018). Así, que los actores sociales en general (estudiantes, docentes, padres de familia) están experimentando alguno de esos tiempos con interacción anulada. Atender a grupos de 25 niños de preescolar o jóvenes de educación media superior a través de alguna de las herramientas de comunicación hace que la educación sea distante porque lo que se evitó con ello fue la búsqueda de la creatividad a través de aprendizajes significativos.
El dilema central no está en los medios tecnológicos a través de los cuales se accede a las actividades escolares sino en los tiempos pedagógicos que son distintos. El tiempo real conlleva el diseño de problemas para aprovechar los recursos de Internet, el tiempo directo socializa conocimientos y trasmite experiencias; ambos recuperan los contenidos para incentivar procesos cognitivos a través de experiencia significativas. En internet encuentras excelentes paginas (https://es.khanacademy.org/) que han diseñado legos cognitivos sobre matemáticas, biología, ciencias naturales etc. Para la educación básica y media superior.
Si algo, debemos recuperar de los espacios que sustentan la economía del conocimiento es la organización de unidades aprendizaje resiliente/recursivo, reconocer la asimetría cognitiva, fomentar la autoorganización, facilitar la colaboración, asumir el error y convertirlo en una herramienta de aprendizaje, establecer nodos de recuperación, formación, generación y socialización de conocimientos para para responder a las expectativas de las personas, dotar de propósitos socioeconómicos y aspiracionales (Mayer, 2019). La escuela debe convertirse en un espacio ultra reactivo, distributivo, descentralizado; colaborativo y adaptativo, muchos estudiantes ya lo son (Mayer y Ramge, 2019; Sadin, 2018; Stiglitz y Greenwald, 2016). Pues no debemos pasar por alto que, el conocimiento y la forma de apropiarse y socializarse en muchos casos limita el aprendizaje.
Por ello, es importante identificar entre sociedad y economía del conocimiento, interiorizar los tiempos que vivimos pues el principal daño está en la unidireccionalidad de los aprendizajes, la focalización de la interacción, el distanciamiento social… La escuela esta desescolarizada solo que no todos los actores sociales educativos están preparados para afrontarla…