“Que los dioses me cambien los sueños, pero no el don de soñar”. (Fernando Pessoa).
¿Qué tiempos son estos? No tengo la respuesta, porque no sólo es una, sino un chingo de preguntas e igual número de respuestas. No sé si avanzamos o vamos en retroceso, desde el punto de vista que gusten o dependiendo del color del cristal con el que estén mirando. Incluso no sé si la certeza aún subsista, si la duda nos auxilie arropada de reflexión y su consecuente solución. Nada está claro; sí, en cambio, lo aceptemos o no, todo se mezcla en la turbiedad del día y la desesperanza de la noche.
¿Tiempos apocalípticos? Tampoco tengo la respuesta, puesto que la necedad, ahora astuta, y la ceguera arrogante colectivas, nos han llevado al desencuentro y la incertidumbre. Compartimos, eso sí, el desasosiego –aún pocos los saben-, para mirarnos unos a otros tan sólo para preguntarnos: “Y ahora, ¿qué madres hacemos?” Respuesta que mucho menos la tengo. Acaso sólo lanzar más interrogantes, a ver si así despertamos, cambiamos de chip y actuamos de verdad, sin simulaciones ni que a chuchita la bolsearon. (He aquí, que oigan nuestras autoridades, políticos y demás… Creo que me entienden). Porque para ver algo nuevo hay que hacer algo nuevo.
De sobra sabemos que un día llovió tan fuerte que todos los cerdos se limpiaron y todos los hombres se emporcaron. Dicen por ahí que a veces llueve sobre mojado. Vaya que es cierto, pero ya no es lluvia como las de antaño, son torrenciales de mal agüero. Y no es de ahora, ya tiene su tiempecito. ¿La culpa? ¿Hay respuesta?
Se nos juntan las desdichas, a unos más que a otros, ustedes saben a lo que me refiero. Está el COVID-19, desde luego. Pero no se descuiden –camarón que se duerme…-, porque por ahí andan otros males y desquiciamientos, quizás más fuertes, de propagación múltiple y de rapidez rapaz, “exponencial”, palabra ésta que utilizan pa’ tenernos más tarados al común de la gente, que somos muchos, como ustedes sabrán, no por lo primero, sino por lo segundo.
Al pueblo pan y circo, y ahora un sinnúmero de entretenimiento y miedos, de lo cual no comentaré por ahora. Va otra pregunta de actualidad, lanzada hace mucho por George Christoph Lichtenberg: “¿Qué es más fácil para el hombre: reír o estornudar?” Creo que tienen la respuesta.
Un reporte dice que el encierro –cuarentena o más-, han hecho que avancen las calorías, el alcohol, la droga y la pornografía: “…personas que están fumando más, drogándose, alcoholizándose o incluso sobrealimentándose, se ponen en un mayor grado de riesgo de que, si contraen el Covid-19, su salud se vea afectada”. (eluniversal.com, 07-04-20). ¿Y qué querían? ¿Y la violencia intrafamiliar? ¿Y la violencia en las calles, violaciones, robos y suicidios y etc.? ¿Acaso no lo previó nuestro Sagrado Corazón de Jesús, digo, nuestro actual gobierno de México en los tres niveles de gobierno? Son otras preguntas.
La vida es una cosa horrible, ¿no crees? Es como una sopa en la que flotan muchos pelos, y que no hay más remedio que comerse. O el mundo es una rueda de la fortuna (¿?), ¿dónde te encuentras ahora?
Quien tiene y puede para sobrevivir, qué chido, ¿y los que no? No sólo al coronavirus, sino a todas las desgracias más que están y las que se acumulen. Pero no se vale tomarla a la ligera, y mucho menos de quienes tienen la obligación y compromiso de velar por la integridad humana, social, patrimonial y etc., de nuestro país, ya pa’ no hablar del mundo. Ese es otro cantar; claro que la sociedad tiene vela en el entierro, ni quien lo dude, pero no nos hagamos penjamos, mucho menos en un México por todos conocido, donde no pasa nada y pasa todo, y al revés y a la inversa y viceversa.
Mi corazón está convirtiéndose en una necrópolis. Verdad de verdades. Pero no me siento inclinado a la tristeza, ni tengo talento para el dolor. Porque sé que la infelicidad roba tiempo a la alegría, y en la alegría se construye la prosperidad.
Sea lo que sea, por una vez salte del camino y piensa que las cosas no sólo dependen de otras personas; considérate siempre miembro del consejo de decisión.
Los días y los temas
En estos tiempos de aciago –ha habido otros tiempos-, aquí encerrado enloquecemos, pero libres o no, el desquiciamiento reina. Para lo cual, mejor leo y les comparto el siguiente poema de Tomasz Rut:
“No escuches al amanecer,
no prestes atención a su ruido,
déjame seguir enredada entre tus brazos
descansar un poco más sobre tu pecho
y sobre los sueños que aún no hemos vivido;
no escuches al amanecer…
átame a tu pelo
y bésame los párpados
y sigue dormido”.
De cinismo y anexas
Pa’ no variarle, ahí les dejo lo siguiente:
“Algún día la humanidad será juzgada por haber encerrado a los primates en zoológicos”. (Jordi Sabater Pi).
Ahí se ven.
Nota: Los textos en cursivas son de los libros siguientes: Aforismos, de Georg Christoph Lichtenberg; El loro de Flaubert, de Julian Barnes; La esposa joven, de Alessandro Baricco.