Omm Seti, la egiptóloga británica que conoció al faraón Seti I

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Dorothy Louis Eady, conocida como Omm Seti, dedicó su vida al estudio y conservación del templo de Seti I en Abydos. Esta mujer, respetada por egiptológos de todo el mundo, afirmó hasta el final de sus días que era la reencarnación de una antigua sacerdotisa egipcia.

México., 13 Ago-22 (Agencia).- Dorothy Louis Eady (1904-1981), más conocida como Omm Seti, ha sido una de las figuras más controvertidas que ha dado la moderna egiptología. Esta británica pasó la mayor parte de su vida cuidando del templo de Seti I en Abydos y diciendo que era la reencarnación de una sacerdotisa llamada Bentreshyt, que fue amante de Seti, el padre del gran Ramsés II.

Dorothy Eady afirmó que en una vida pasada fue una sacerdotisa egipcia llamada Bentreshyt, que fue amante del faraón Seti I.

Esta extraordinaria historia empezó cuando, a los tres años, Dorothy tuvo un grave accidente en su casa de Londres. La pequeña se precipitó por las escaleras y el médico que acudió a auxiliarla sólo pudo certificar su muerte. Pero una hora después, la niña había recobrado la vida y estaba como si nada jugando sobre la cama. Años más tarde ella misma afirmaría que «alguien» regresó del pasado más remoto para revivirla.

¡QUIERO VOLVER A CASA!

Un año después de su accidente, en 1908, la niña empezó a tener extraños sueños en los que veía un gran edificio rodeado de columnas y de exuberantes jardines repletos de árboles frutales. Cuando se despertaba, les decía a sus padres con desesperación: «¡Quiero volver a casa!». Sus padres no entendían nada de lo que le ocurría a su hija y no hacían más que formularle preguntas que Dorothy no sabía responder.

De niña tenía sueños en los que veía un gran edificio rodeado de columnas y de exuberantes jardines repletos de árboles frutales.

Pero pronto salió a la luz qué era lo que atormentaba a la pequeña Dorothy. Durante una visita al Museo Británico acompañada de sus padres, cuando la familia entró en la sala de antigüedades egipcias, la niña corrió a besar los pies de las estatuas ante el asombro de todos, mientras exclamaba que aquella era su gente y que quería regresar a su casa en Egipto. Pero ¿de dónde venía todo eso? La propia Dorothy estaba impactada por lo que le ocurría, hasta que un día, en un periódico local, vio una fotografía del templo de Osiris en la ciudad de Abydos, en Egipto. Lo reconoció de inmediato, puesto que era el lugar que, según ella, aparecía recurrentemente en sus sueños.

LA VISITA DE SETI I

A los 14 años, Dorothy tuvo una auténtica revelación que «disipó» todas sus dudas. Una noche se le apareció una figura vestida con túnica blanca y capa azul: era el faraón Seti I, el mismo monarca que ordenó la construcción del templo de Abydos. A partir de entonces, la joven, con tan sólo diez años, empezó a estudiar egiptología con el mismo Ernest Wallis Budge, conservador del Museo Británico, y aprendió a leer jeroglíficos. Durante los diez años siguientes, Dorothy recibía todas las noches de luna llena algunos mensajes por medio de escritura automática (un tipo de escritura que no proviene de los pensamientos conscientes de quien escribe). Según ella, los mensajes le fueron dictados por un tal Hor-Re, que le reveló quien fue ella en su vida pasada. Según Hor-Re, Dorothy fue una joven egipcia llamada Bentreshyt, criada desde los tres años en el templo de Abydos. Su padre era un militar y su madre una modesta verdulera.

Seti I, segundo faraón de la dinastía XIX y padre del gran Ramsés II, hizo construir su templo funerario en Abydos, el centro de culto más importante de Osiris, el dios del más allá, en Egipto.

Tras ser visitada en sueños por Seti I, Dorothy, con diez años, empezó a estudiar egiptología con Ernest Wallis Budge y aprendió a leer jeroglíficos.

A los 27 años, Dorothy empezó a trabajar en una revista de relaciones públicas egipcia, en la que escribía artículos contra el colonialismo y a favor de la independencia de Egipto. Allí conoció al joven egipcio Abd El Megid, con quien se casó. Poco después, con 29 años, decidida a ir en busca de su pasado, Dorothy y su marido embarcaron en 1933 destino a Egipto. El barco atracó en el puerto egipcio de Port Said, desde donde un tren llevó a la pareja hasta El Cairo, donde el joven matrimonio se estableció. La pareja tuvo un hijo al que Dorothy puso el nombre de Seti. Desde aquel momento fue conocida, como era tradicional en Egipto, como Omm Seti (la madre de Seti). Dos años después, Abd el Megid recibió una oferta de trabajo en Irak, pero Dorothy no quiso acompañarle por lo que la pareja acabó separándose.

EXPERTA EN JEROGLÍFICOS

Dorthy se trasladó con su hijo al pueblo de Nazlet El Simanm, cerca de las pirámides de Giza, y consiguió un trabajo en el Departamento de Antigüedades Egipcias como redactora de documentos, siendo la primera mujer que lo logró. Fue contratada por el Dr. Selim Hassan, descubridor de la tumba de la reina Khentkaus I. Dorothy se encargó de corregir, indexar e ilustrar tres de los diez volúmenes sobre el descubrimiento. Organizó la biblioteca del egiptólogo y continuó perfeccionando sus estudios sobre jeroglíficos. Tradujo al inglés la enciclopedia Aegyptische Worterbuch, e incluso bordó, junto con la esposa del doctor, diez grandes tapetes que recreaban escenas del antiguo Egipto. Nueve de ellos se conservan hoy en día en la biblioteca Wilbour del Museo de Brooklin, en Nueva York.

En Egipto, Dorothy consiguió un trabajo en el Departamento de Antigüedades Egipcias como redactora de documentos, siendo la primera mujer que lo logró.

Dorothy vivió durante veinte años en la zona de Menfis, y trabajó en varias misiones arqueológicas en Giza y Dashur. Escribió numerosos artículos sobre los monumentos excavados que luego arqueólogos como Selim Hassan o Ahmed Fakhry publicaban como propios, dejando el trabajo de Dorothy en segundo plano.

ABYDOS, DESTINO FINAL

Sorprende pensar que Omm Seti no viajó hasta Abydos, su objetivo final, hasta 1952. Llegó allí una noche de luna llena, entró en el templo, quemó incienso y pasó la noche rindiendo culto a los antiguos dioses. Al final, en 1956, fue enviada allí definitivamente por el Servicio de Antigüedades de Egipto para trabajar como delineante. En Abydos, Omm Seti hallaría, por fin, su propósito en la vida. Vivió hasta el final de sus días en una modesta casa de adobe junto al templo de Seti I, acompañada únicamente de varios gatos, una oca, un burro y alguna serpiente ocasional.

En 1956, el Servicio de Antigüedades envió a Omm Seti a Abydos. Allí vivió hasta el final de sus días en una modesta casa de adobe junto al templo de Seti I.

Cuando Omm Seti llegó a Abydos, el templo se encontraba en muy malas condiciones. Su trabajo consistía en catalogar y traducir los bloques grabados del templo de Seti I, tanto los que estaban desperdigados por el suelo como los que había guardados en los almacenes. «Se me presentaron con un montón de fragmentos de piedras escritas, había más de 2.000, unas muy grandes y otras muy pequeñas. El trabajo consistía en copiar las inscripciones, catalogarlas y, cuando era posible, ajustar unas con otras…», comentaría Omm Seti de su trabajo en una entrevista para National Geographic. Con infinita paciencia esta mujer logró reconstruir los 2.000 bloques de relieves que permanecían desparramados por el suelo del templo. Incluso pudo localizar los restos del antiguo jardín que una vez se alzó en el templo y que había visto tantas veces en sus sueños.

Pero además de su trabajo para el Servicio de Antigüedades, Omm Seti continuó realizando rituales sagrados en las estancias del viejo templo, recuperados a través de la lectura minuciosa que hizo de los jeroglíficos que cubrían sus muros, con lo que adquirió un amplísimo conocimiento de las antiguas ceremonias faraónicas. «Todos los años, el día de la gran fiesta, y también el de los cumpleaños de Osiris e Isis, vengo aquí con ofrendas de vino, pan e incienso. Me encanta venir. Es un lugar en el que verdaderamente me siento como en casa», explicó en su entrevista a National Geographic.

RESPETADA POR TODOS

Durante los años siguientes, Omm Seti siguió trabajando para el Servicio de Antigüedades, guiando a los turistas en el templo de Seti y realizando bordados. De hecho, las autoridades egiptólgicas de la época nunca la consideraron una loca, al contrario, llegaron a decir de ella que era «indispensable para cualquier misión arqueológica o trabajo serio en el área de Abydos».

En Abydos, Omm Seti continuó recibiendo visitas nocturnas de Seti I, según ella misma. En una de ellas, el 29 de julio de 1972, el faraón le dijo a propósito de la Atlántida que «cierto día un navegante procedente de la isla de Creta me relató una historia similar. Según este hombre, el mar Mediterráneo fue hace mucho tiempo una gran extensión de tierra que cierto día se hundió. De este continente perdido solamente habían podido salvarse las cimas de las montañas que hoy forman las islas griegas del Egeo». Dos años más tarde, el 29 de agosto de 1974, en otro encuentro con el faraón, éste habló a Omm Seti de la vida en otros planetas. De hecho, le relató algunos de sus viajes por esos mundos sin especificar cómo llegó hasta allí. Según el rey, muchos de ellos estaban habitados por seres humanos. El faraón llegó a hacer una curiosa descripción de una ciudad con calles anchas y «cosas metálicas con ventanas y asientos en el interior, pero que no tenían ni alas ni ruedas».

En sus últimos años, Omm Seti recibió más visitas de Seti: en 1972, en que el faraón le habló de la Atlántida, y en 1974, cuando le habló de otros mundos.

Poco antes de su muerte Omm Seti participó en un par de documentales para la televisión. Uno de ellos, de la BBC, Omm Seti y su Egipto, fue filmado en Abydos en octubre de 1980. El otro, de National Geographic, llamado Egipto, en busca de la Eternidad, fue grabado pocos días antes de su muerte. Junto a su amigo, el farmacéutico Hanni El Zeini, escribió un libro titulado Abydos, Ciudad Santa del Antiguo Egipto, que se publicaría en 1981.

Omm Seti murió en Abydos el 21 de abril de 1981. Ella misma había organizado su funeral. Dispuso que su tumba mirara hacia Occidente, donde se ubica el reino de Osiris, para contemplar cada mañana la salida de Re, el dios Sol, montado en su barca sagrada y dispuesto a realizar su travesía diaria por los cielos de Egipto.

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